Se me han quedado las estrellas colgando en tu mirada,

eternas, inmutables, apetecibles.

Se me ha revuelto el alma de tanto  como te quiero

y he desgranado mil formas de seguirte sintiendo.

Como en estos sueños en los que te apuras, vida mía,

mi voz quiebra en el llanto para saciar todas las melodías.

Y me escondo del naufragio del propio amanecer furtivo

y te hablo de los escombros de mi alma a saudade.

Y la añoranza aparece en mi vagón desierto

y el alma se quema cuando te escucho por dentro.

Se me han quedado las estrellas colgando en tu nombre,

como buscando las sílabas para sustituir los pronombres

Y de encontrar en cualquier esquina,

tocando violines en los inmensos confines.

Y me tumbo en la luna y te siento en este día

que el cosmos me ha traído la palabra melancolía.

Se me han quedado las estrellas colgando en tu boca

de tanto quererte y ansiarte entre la ropa.

Se me han quedado las estrellas ancladas en mi alma

como muertas de infinito sabor herido

 aferrándose nostalgias en los comicios de tu boca

y  debatiendo al aire sobre todas estas cosas.

 Te esquivo entre la muerte, solitario de miradas

y me río de tenerte ahorcado en mi lamento.

Se me han quedado las estrellas colgando en tu mirada

Y se me han quedado en el alma susurrando tu nombre.

Se me han quedado las estrellas colgando en tu boca...

y me he hecho adicto al sabor de tu nombre.