miércoles, 11 de mayo de 2011

He vuelto.

Como un matón recitando poemas de Pablo Neruda bajo mi ventana, me senté a contemplar el tiempo distante que ha pasado fugaz entre mis manos sin necesidad de justificación alguna más que el tic-tac de las agujas huérfanas del reloj que profana mi hogar.

¿Dónde se encuentra el límite entre el bien y el mal, entre lo justo y lo injusto, entre la gula y el hambre, entre la pasión y el amor, entre el sexo y hacer el amor, entre el beso y el aliento, entre la caricia y la bofetada?.

¿Dónde se encuentra la distancia cuando hemos perdido el alma que nos acompaña y el corazón que nos guía? ¿Dónde hallamos la respuesta de aquello que creemos imperecedero y que, sin embargo, no lo es?

¿De verdad existe el sentido de la ley o es un modo de controlar nuestros impulsos naturales de ser?
¿Por qué tenemos que ceñirnos a normas que nos oprimen y coaccionan nuestro espíritu? ¿No es una forma de despertar nuestros deseos más ocultos de matar, engañar y robar?

¿Dónde se encuentra la verdad y dónde la mentira? ¿Y dónde se encuentra el límite de la pasión que quiebra con la dependencia del amor?

Casi todas las personas caminamos por la vida intentando encontrarnos a nosotros mismos. Encontrar el sentido de la muerte, de la vida y del amor. Intentando salvar la vida de aquellos a quienes amamos, escuchándolos, apoyándoles y dándoles esos regalos que los anuncios publicitarios (por fortuna), no mercantilizan. Regalos como la escucha, la atención o el simple silencio.
Casi todas las personas intentamos escapar de la opresión del poder, de Estados que nos manipulan para conseguir sus objetivos de poder, suprimiendo nuestra forma de ser y de expresarnos ante la vida y la naturaleza interna de nuestra propia libertad.

Casi todas las personas vivimos situaciones que nos llevan a situaciones extremas en las que el dolor nos desgarra por dentro y nos da la suficiente fuerza para encontrar esos límites que nos impulsan a vivir dignamente como personas merecedoras de nuestra propia existencia; límites de todos nuestros sentimientos que se encuentran en el fondo de nuestra propia esencia, aquella que nos dictamina cuándo debemos de parar nuestros impulsos para reconstruir nuestro ser.
El límite es aquello que a veces nos pone a prueba en el amor, en la tristeza y en el encuentro con nosotros mismos.
El límite es la línea que divide todas nuestras historias para pasar de página y reescribir la historia del libro de nuestra autobiografía.

El límite es aquello que en épocas de locura y de pasión desmedida, todos y cada uno de nosotros intentamos  conseguir para frenar nuestros vicios más intrínsecos.
El límite es aquello que casi todos intentamos encontrar para que en el momento de entregar los regalos a esas personas que amamos, seamos capaces de conservar nuestros tesoros más valiosos sin que nos sean usurpados.

El límite es aquello que delimita la esencia de aquello que intenta fluir para hacernos saber que el libre albedrío no existe tal y como Dios lo creó porque en determinadas ocasiones tenemos que ser conscientes de que el límite del infinito es la distancia y que el límite de la vida es la muerte física.
El límite es aquello que nos sigue atando a esa persona especial que a pesar de haber tensado de la cuerda, sigue siendo importante para nosotros mientras ésta no se rompa...

El límite es escuchar a un matón recitando poemas de amor de Pablo Neruda bajo tu ventana en esta noche de luna hambrienta y estrellas llenas...

El LÍMITE de mí es sentir tu olor y sumergirme por siempre en él.

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