viernes, 15 de abril de 2011

Recuerdos.




Días de ausencia han servido para la conformación de una idea en mi mente que intenta brotar, surgir y emerger de sí misma para plasmarse en un sentimiento que contemplo en todos los momentos de mi vida.

Las personas vivimos aferradas a los recuerdos. Siempre tendemos a quedarnos con lo viejo y a desechar lo nuevo. Siempre nos hiere aquello que ya pasamos, que ya lloramos y que ya sufrimos; no valorando lo que tenemos hoy.

Las personas conservamos aquello que nos hace estar neuróticos en una sociedad frenética, llena de caos, de estrés y de desorden porque hemos interiorizado que ser feliz es sólo un estado.

Las personas guardamos servilletas, gomas, lápices, una gran pila de papeles con garabatos que ya no usamos, camisetas que nunca nos ponemos, cartas que ya leímos y no hemos vuelto a leer, sábanas que ya no abrigan, fotos que ya no sonríen, osos de peluche que ya no protegen y cuadros que ya no expresan. ¡Y todo ello lo conservamos para recordar!

Las personas cuando vamos de viaje o a dar un paseo con aquellos  que estimamos, casi siempre llevamos una cámara para fotografiar momentos  que nunca se borren de nuestra mente. Y cuando morimos, esas son las fotos que sirven para que las personas que nos han querido, no se olviden de quienes fuimos. ¿No es triste? ¡Necesitamos cosas materiales para recordar lo que, por su esencia, jamás debería de ser olvidado! Incluso, unos meses o un año después de morir, nos hacen una misa para que alguien otra vez recuerde que alguna vez existimos...

Las personas nos aferramos a recuerdos innecesarios y ello muchas veces nos atormenta. 


¿Cuántas veces vivimos mordiéndonos la conciencia y avergonzándonos por los errores que una vez  cometimos?

¿Cuántas veces hemos dicho que lo que pasamos ayer en la vida es la justificación de ser hoy quienes somos?

¿Cuántas veces no hemos sentido que estamos cansados de vivir en el recuerdo y que queremos prosperar?

¿Cuántas veces recordamos las cosas que hicimos mal y cuántas las que hicimos bien?

¿Cuántas veces recordamos  el beso de una madre, de un padre, el abrazo de una hermana, el olor de una rosa o la sonrisa de un compañero? (casi nunca)

El recuerdo, como tal, a veces nos permite guardar preciosas historias en nuestra mente que nos conforman como seres, como individuos y como personas que se valoran a sí mismas por aquello que hicieron bien. Pero también es cierto que otras veces, el recuerdo, nos hace sentir temor y miedo porque no queremos pasar experiencias similares a las que una vez vivimos.
El recuerdo muchas veces nos invalida como personas porque pensamos que volveremos a cometer el mismo error una y otra vez. Y, aunque es cierto que todos deberíamos de madurar y de crecer aprendiendo de aquellas cosas que nos hicieron caer, ¿no es cierto también que ninguna circunstancia en nuestra vida es igual y que los errores nada más sirven para recordarnos a nosotros mismos lo malo que fuimos haciendo una cosa, y la otra?

Yo soy partidario de recordar aquello que hice bien, para volver a hacerlo de tal modo y que los resultados sean óptimos. Porque si recuerdo mis errores, se supone, que todavía sé cómo se cometen ya que precisamente, me acuerdo de cómo los realicé. 

El recuerdo nos invalida como seres. Nos hace revivir una y otra vez las mismas situaciones, los mismos besos, las mismas palabras, el mismo lugar... y nos ancla en las fauces de un pasado que, ya muerto, quiere resucitar. 

El recuerdo nos hace llorar cuando pensamos en aquellas historias que nunca sucedieron y que no volverán a sucederse... 

El recuerdo nos mantiene aferrados a una añoranza inútil, absurda y estúpida. Nos hace sentir presos de nosotros mismos y de nuestra propia alma. 

Seguimos recorriendo las mismas sendas verdes, las mismas tardes de café de domingo, el mismo dolor en la partida del ser querido... 

Seguimos recordando, por medio de lo que nos rodea, aquello que nos ha llevado a estar hoy en el sitio en el que nos encontramos, sin tener en cuenta que el lugar en el que hoy estamos, tampoco será el mismo en el que mañana estaremos. 

Seguimos recordando sin tener en cuenta que:

LO MEJOR ES AIREAR LA CASA, LIMPIAR NUESTRA MENTE, Y VOLAR DICHOSOS DE DISFRUTAR EL PRESENTE...

Porque los recuerdos, recuerdos son...

Y por más bellos que éstos sean no podrán repetirse, pues como pasado, nunca serán repetidos del mismo modo en el que surgieron de nuestro yo más íntimo.

Porque los recuerdos...

Me hacen seguir anclado al sabor añejo de muchas cosas que desde hace tiempo decidí olvidar y no he podido.

Porque los recuerdos, únicamente...


¡¡RECUERDOS SON!!

1 comentario:

  1. El pasado es lo único que conocemos y en él nos sentimos seguros, mucho mejor que frente al futuro desconocido...

    ResponderEliminar