domingo, 13 de febrero de 2011

El compromiso.

  
A tan sólo un día de la fecha de San Valentín, esa fecha comercial y creada, como todo, por el capitalismo feroz de la sociedad occidental, me siento un tanto dubitativo al reflexionar en voz escrita, tal vez palpable por el silencio de esta habitación en la que me encuentro; por este refugio que conforma lo que soy. 
En un primer momento, hace unos días pensé en la posibilidad de dar mi visión o mi punto de vista sobre el día de los Enamorados, de su trascendencia y de cómo nosotros, seres especiales donde los haya, celebramos este acto. 
Sin embargo, una persona de esas que aparecen en tu camino fortuitamente haciéndote pensar sobre la vida, y su significado más inherente, me hizo cambiar el rumbo de estas letras para dirigirme (o eso creo) a algo mucho más trascendental. Algo que a muchas personas nos desconcierta, nos abate y, de algún modo, nos aflige. Algo que en el fondo de nuestro ser late de una forma continua, sin ataduras y sin trampas. Algo que nos hace sentir muchas veces perdidos y que, en algún lugar de nuestra propia inconsciencia, lucha por romper las vestiduras del alma para lograr anclar su naturaleza en la propia persona y en el propio ente individual y etéreo que conformamos. Ese algo que nos persigue desde el nacimiento hasta nuestro fin existencial es lo que se llama Soledad.
Algo que muchos, seguramente todos, hemos sentido alguna vez en la vida y que nos hace recordar cuán insignificante somos en medio de esta gran inmensidad. 
La soledad nos permite muchas veces descubrir nuestra propia conexión de cuerpo-mente-energía-alma para lograr comenzar a ser quienes somos y lograr experimentar con nuestro propio yo fuera de toda influencia externa. 
La soledad es, muchas veces, beneficiosa para lograr pensar y reflexionar de una forma clara, sencilla, entendida y poder valorar así el significado de la compañía.
No obstante, ¿quién no ha sentido alguna vez que necesita de una mano amiga y amante para llenar el camino de horas y largos momentos de presurosas sonrisas? ¿Quién no ha sentido alguna vez la necesidad de amar, de sentirse comprendido y complementado y como en los cuentos utópicos de princesas, dragones y malvadas brujas, acabar con el final feliz de: "vivieron felices y comieron perdices"? (Aunque yo cambiaría las perdices por un buen solomillo...) ¿Quién no ha sentido alguna vez que la soledad le desborda, le agota y le cansa y que, en determinados momentos, tal vez segundos en el transcurrir de la vida cotidiana, necesita una persona con la que compartir determinados suspiros?
Yo me atrevería a decir que hasta las peores brujas de esos cuentos que nos relataban de pequeños sentían una soledad inmensa y querían encontrar a alguien que reconociera su valor... 
Me arriesgaría también a decir que todos, cuando imaginábamos los cuentos que nuestros padres, grandes maestros o amigos nos contaban, aventurábamos con esa gran imaginación infantil (¡BENDITA!), encontrar un compañero de camino, que te acompañara el resto de tu vida y se sentara contigo en el sofá de la sala a esperar plácidamente caer la tarde sin más presura que compartir miradas cómplices de recuerdos y nostalgias.
Sin embargo,¿quién no ha sentido que hoy por hoy,  nada de esto ocurre?. Casi nadie mantiene eternamente la llama de la complicidad, la confianza, el amor, la pasión y el respeto viva. Casi nadie logra encontrar a esa persona que le llene y que le haga sentir pleno.

Puede que todo ello se produzca por nuestro ritmo frenético de vida, por nuestras prisas por perfeccionarnos, por tener todo aquí y ahora, por esculpir lo mejor posible nuestra imagen para tener ese príncipe o princesa superficial, totalmente carente de sentido y prefabricado/a, que al final lo único que aporta es desidia a nuestra "felicidad". Puede también que todo se produzca por el hecho de que conocer a una persona y aceptar su forma de ser intentándola complementar con la nuestra, está pasado de moda. Nadie cede. Nadie quiere ceder porque las raíces del capitalismo (en el que sólo vence lo abundante, lo egoísta y lo material) hunde sus raíces también en las entrañas del amor. 

El respeto y el entender a la otra persona, escuchando su cuerpo y su interior más profundo, ha quedado como algo obsoleto, pasado de moda y totalmente inútil. Y, aquellas personas que intentan escuchar, sólo oyen y no logran interiorizar en el verdadero ser de la otra persona llegando finalmente a discusiones absurdas que terminan en un "adiós".


Aun así y, a pesar de las argumentaciones anteriormente expuestas, creo que el principal problema radica en el miedo al compromiso. Es una paradoja que el amor, una necesidad propia del ser humano, a pesar de ser deseado y admirado por poetas, artistas y por personas de a pie, llegue a ser temido por aquellos que no queremos volver a sufrir otro fracaso.

La sociedad que hemos creado es una sociedad cómoda, sin apenas valores y que se conforma con poquísimo. Y ello se refleja en el hecho de no saber dar sin esperar nada a cambio. Y el amor, creo que es, al fin y al cabo, dar sin medida; entregar sin pensar lo que la otra persona nos DEBE, por obligación, dar. 
Un misionero que construye escuelas, educa, sana y se entrega al cuidado de los demás, no creo que espere nada a cambio... únicamente se conforma con dar. Y ese dar se convierte en un recibir cuando, excitado, ve cómo en las personas a las que entregó una parte de sí, se dibuja una gran y bella sonrisa.
Como en toda relación, el cuidado, el compromiso y la entrega, es una virtud fundamental para conseguir que la persona con la que estemos (siempre y cuando se lo merezca, por supuesto), encuentre en nosotros la complementación perfecta y viceversa.


Sólo cuando logremos superar nuestras barreras egoístas y superficiales que bloquean nuestro yo más íntimo, conseguiremos convivir con la soledad (necesaria, según mi opinión, para el desarrollo de nuestro intelecto y de nuestras necesidades más arraigadas) y con el amor. Sólo así lograremos que no sea necesario que un 14 de febrero sea motivo de festejo de la unión, puesto que todos los días serán, en gran medida, motivo de celebración por haber encontrado a esa persona que nos ayudará a volar raso sobre el paraíso.
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A ESAS PERSONAS QUE COMO TÚ, SON ESPECIALES. 
Y A MERCEDES SOSA. CANTANTE Y VOZ DEL AMOR A LA VIDA.

2 comentarios:

  1. Cruel soledad que en muchas ocasiones nos ayuda a esa introspección interna que permite conocernos mejor, y en otras nos desvirtua la realidad que nos rodea.

    Un saludo!

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